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• Determinación y Persecución
• El Museo Judio de Berlin
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El término “Jüdishes Museum Berlín”, Museo Judío de Berlín tiene, de alguna manera, un acento macabro en si mismo, ya que concretamente pone un punto y final a la historia de los Judíos alemanes. Es muy cierto que en la actualidad existen Judíos en Alemania, pero la rica epopeya de los Judíos alemanes fue brutalmente interrumpida por los mismos alemanes, con la colaboración de los nazis. En los últimos años he visitado museos judíos en todas partes del mundo. He podido constatar que cuanto más culpable se sientan el país o el pueblo en cuestión con respecto a los Judíos, más bellos, más modernos, más ricos, más impresionantes y mejor cuidados estarán los museos judíos o “sobre los judíos”. El museo de Berlín no es una excepción y mantiene perfectamente este tipo de conducta, tanto por su excesiva amplitud y su complejidad, como por el número de errores y de omisiones esenciales cometidas en relación con nuestra religión, así como a una parte de la historia de las tradiciones judías
El Museo Judío de Berlín nos recuerda que, antes de la Segunda Guerra Mundial, existía en Alemania una comunidad judía extraordinaria, cuyos miembros contribuyeron brillantemente y de manera significativa al desarrollo del país. Así mismo recordamos también el hecho de que inventores, científicos, empresarios, artistas, editores, comerciantes y banqueros judíos todos de primer orden, fueron despojados, perseguidos o asesinados. Lo que resulta macabro de esta iniciativa , es que sus promotores consideran que de esta manera, rinden honores a la memoria de una comunidad judía diezmada. Os obvio que este no es el mensaje que el museo desea ofrecer, pero este sentimiento es el que está presente de manera punzante durante el recorrido de la exposición. Oficialmente, el objetivo y el espíritu del Jüdishes Museum Berlín, podría resumirse así: “Se trata de aprender de las lecciones del pasado y de evitar que estos horrores vuelvan a suceder , pero sobre todo, de enseñar a los jóvenes la historia que aquí presentamos, con el propósito de que la Alemania actual se convierta en una sociedad más tolerante, especialmente con las minorías con las que conviven”. Lo más sorprendente es que, tanto el conjunto de las publicaciones oficiales como las comunicaciones de la dirección del museo, se empeñan en subrayar este mensaje que les parece esencial: “No somos un museo sobre la Shoa”.
Hay que reconocer, que a pesar de todo, el museo se ha enfrentado a un desafío importante, el de reducir la historia del Judaísmo alemán a una simple exposición. Es por ello que, a pesar de que las exposiciones, muy cuidadas, sólo presentan lo esencial, este es un museo sobrecargado de objetos, de documentos y comentarios, no siempre fáciles de comprender.....y de digerir. Una cierta densidad del carácter alemán no resulta extraña en este tipo de presentación.
Es con este espíritu que la exposición del museo, basada en tres pilares, se comunica con sus visitantes. El primero tiene como objeto recordar la historia de los Judíos alemanes, demostrando que su presencia en tierras germanas se remonta al siglo III, y que allí vivieron, con altos y bajos, hasta su aniquilamiento a manos de los Alemanes nazis. Señalemos que es bastante interesante constatar, que todo el aspecto relacionado con la vida ortodoxa judía de antes de la guerra y de estricto cumplimiento del judaísmo alemán, fue reducido a una porción congrua por no decir inexistente. ¿Se trató de una omisión voluntaria, de un error o de simple ignorancia? El segundo aspecto está relacionado con la explicación de la vida judía, desde la circuncisión hasta la muerte, y el tercer apartado está dedicado a la Shoa.
La primera parte de la exposición, “Dos mil años de vida germano-judía”, está dividida en catorce secciones, que recorren el camino de la historia. La presencia judía esta demostrada mediante un edicto que data del año 32, enviado por el emperador Constantino al magistrado de la región de Colonia, con relación a los judíos que habitaban en sus tierras. La exposición continua por la Edad Media, donde las tres comunidades más importantes, Séller, Worms y Mainz, conocieron un gran desarrollo intelectual judío así como un dialogo judeo-cristiano muy constructivo y pacifista, hasta el día en el que los Cruzados, en su camino hacia Jerusalén, asesinaron a miles de Judíos. La visita prosigue a través de la historia, enriquecida por testimonios personales, como el de una vendedora judía, “Glikl”, cuyo verdadero nombre era Glückel von Hammel (1646-1724). Esta parte de la muestra nos enseña de manera significativa la concepción del museo. Una serie de pausas interactivas permite al visitante penetrar en la vida de “Glikl”, y al mismo tiempo, aprender cómo discurría la vida cotidiana y comunitaria de los Judíos alemanes de aquella época. Con esta estructura continua la exposición, donde vemos representado desde el judío obrero, a Moses Mendelssohn, pasando por la evolución de la comunidad judía, frente al aumento del judaísmo reformista. Así mismo la evolución de los derechos de los judíos, y las prohibiciones a las que estaban sometidos, incluyendo también todas las profesiones de las que estaban excluidos. La segunda parte del museo, bastante superficial, está consagrada a la vida judía y nos presenta lo mas relevante de las leyes, de las tradiciones, de los usos y costumbres, pero conviene decir que se han cometido errores fundamentales. Por ejemplo, la Bar-Mitzvah está simbolizada como un regalo, y la subida a la Torah está descrita como el momento más importante de la ocasión, mientras que en realidad, el momento esencial es el de la colocación de los tefelimes! En esta sección, se ofrece al público en general una visión sucinta de lo que representa el judaísmo. No debemos olvidar que el museo no va dirigido a una audiencia enterada e informada, sino, sobre todo, a la masa alemana, particularmente a la juventud, quien al escuchar la palabra “judío”, lo relaciona automáticamente con el termino “Auschwitz”. La idea es la de demostrar a los adolescentes alemanes en general y especialmente a los berlineses, que los Judíos no han sido sólo victimas de los Alemanes, sino que tienen una cultura y un modo de vida muy particulares. Además, se desea subrayar que antes de 1933, ya existía una sociedad judía en Alemania.
El último capítulo está dedicado a la Shoa. Este apartado, está diseñado para ir in crescendo, por medio de una introducción interactiva muy bien estructurada. El siguiente ejemplo, ilustra muy bien la manera en la que esta parte de la exposición ha sido concebida. Sobre una pequeña pantalla, el visitante tiene la posibilidad de aprender más sobre la aplicación directa de las leyes anti judías de Nuremberg. Estas leyes son presentadas con múltiples posibilidades de elección. Pulsando, por ejemplo, el dialogo sobre la exclusión de abogados y profesores judíos, aparece ante nosotros un plano de la ciudad de Berlín, marcando sobre impresionado y en distintos colores, donde se situaban los tribunales y los colegios. Haciendo un clic sobre alguno de los inmuebles, se nos ofrece una explicación detallada con un gran surtido de fotos de la época. De esta manera el visitante se adentra así en el horror, permitiéndole tomar conciencia lentamente pero de manera impactante. Sin embargo, y a pesar de la presentación notablemente didáctica, el museo está estigmatizado por un espacio escandaloso y vomitivo, que produce asco a cualquier persona normal. Se trata del “vacío de memoria”, creación llamada “Gefallenes Laub” – Hojas muertas – realizada, el colmo de la ironía macabra, por un escultor israelí llamado Menashe Kadishman (¿se trataría de un nombre predestinado, puesto que el Kadish es la oración por los muertos???). A primera vista, es solo un espacio desnudo, de hormigón, que pretende simbolizar el vació dejado en Europa por el asesinato de los Judíos. Pero en el suelo, nos encontramos con 10.000 arandelas de acero esculpidas con formas de caras torturadas, con las bocas abiertas. Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos están representados con las caras deformadas y de pánico de las personas asesinadas en las cámaras de gas. Mirar esta “obra de arte” es recordar la apertura de las cámaras de gas después de que los Judíos fuesen gaseados por los Alemanes. Una simple mirada a este lugar nos deja sin respiración, pero, por si esto fuese poco, “el artista” y el museo invitan al visitante a deambular, pisando esas plaquetas de hierro donde se encuentran esas caras torturadas, en una palabra, a pisotear la memoria de los Judíos asesinados. Y todo esto en pleno centro de Berlín, antigua capital del Tercer Reich! Interrogado sobre el sentido de su obra, el Sr.Kadishman respondió: “Mis esculturas recuerdan con dolor a todas las victimas inocentes de ayer, de hoy y de mañana”. El museo dispone de un excelente centro de estudios, el Rafael Roth Learning Center, una especie de memoria virtual del museo, desde donde se invita a los visitantes de cualquier edad, a ir de descubrimiento en descubrimiento sobre la cultura y la historia de los judíos de Alemania y sobre el judaísmo en general. Dieciocho terminales informaticas permiten, a quienes lo deseen, lanzarse a la búsqueda interactiva de varios siglos de vida judía. Además, se editan unos catálogos que ofrecen una información muy completa sobre cada objeto expuesto, cuyas características, en el marco de la exposición, únicamente son mencionadas en un cartelito.
Un reportaje sobre el “Jüdisches Museum Berlín”, considerado ante todo un museo sobre el aspecto judío de la historia alemana, pero en ningún caso representación del judaísmo, estaría incompleto si no mencionasemos su arquitectura. El famoso arquitecto Daniel Liebeskind, ganador del concurso para la reconstrucción de Ground Zero en Nueva York, donde se encontraban las famosas “Torres Gemelas” destruidas por los árabes, fué el encargado de construir esta nueva institución, inaugurado el 9 de septiembre de 2001, por encargo de los promotores del museo, del que, el Gobierno alemán es el principal valedor. La forma del edificio es la de un rayo petrificado y quiere significar el dolor imperecedero del pueblo judío. Nos reencontramos con esta emoción en los pasillos, a menudo oscuros, sobre todo en el sótano. Aquí, el visitante se encuentra con el eje central del exilio. Antes de llegar a sus jardines, (curioso conjunto de hormigón inestable y resbaladizo), vemos expuestos en las vitrinas objetos pertenecientes a familias expulsadas; después la calle del aniquilamiento (donde las vitrinas nos traen el recuerdo de los destinos más trágicos), que nos conduce a la torre del holocausto. Se trata de un espacio de hormigón negro y desnudo, de una torre aterradora de tres pisos, cerrada por una pesadísima puerta de metal, desde donde sólo se filtra una débil luz a través de sus intersticios. De hecho, un lugar glacial, ideal para coger frío. En este lugar desolador, el visitante se siente horrorizado y abandonado por todos. Todo indica que el creador de la idea quiso que experimentásemos lo que se siente cuando vemos un vagón de tren o cerrarse detrás de nosotros la puerta de una cámara de gas. A este respecto, hay que señalar que una persona normal no acaba de entender la utilidad ni el sentido de esta instalación tan particular. Es interesante subrayar, que el museo está construido de manera que se pueda evitar la visita de este sector. A pesar de todo, este conjunto de pasillos nos conduce hacia una nota de optimismo, “el eje de la continuidad”, que desemboca en unas enormes escaleras (existe también un ascensor, por cierto mal señalizado), que nos llevan a las salas de exposición. Aquí el visitante se enfrenta a un complicado conjunto de pasillos, líneas, superficies, muros irregulares, rincones imprevistos, hileras y alineamientos. Este conjunto pretende simbolizar la complejidad y la fuerte interdependencia que liga la historia alemana a la de su población judía. Los objetos están presentados sin alma, un poco como una observación científica. Probablemente esto sea debido a que el realizador de la exposición, el antropólogo neozelandés, Ken Gorbey, no es judío, carece de sensibilidad judía y ha llevado a cabo esta exposición del mismo modo que hizo el Te Papa Museum de Wellington. Si el mensaje e incluso la identidad del museo es ambivalente, una lección clarísima emerge después de la visita a este lugar, que, a primera vista puede parecer curioso, pero que en definitiva vale la pena conocer. En efecto, el conjunto de la exposición de “Jüdishes Museum Berlín”, demuestra claramente que la simbiosis judeo-alemana tan sinceramente recomendada, estaba abocada al fracaso, como era y sigue siendo cualquier forma de asimilación. Alemania, el país donde la sociedad judía estaba más asimilada, en el que la integración era mayor y estaba más extendida en detrimento de los valores y las tradiciones judías, fue quien inventó Auschwitz. Así pues, en 1933, cuando a Max Liebermann, el famoso pintor judío alemán, totalmente asimilado, se le prohibió trabajar y exponer sus obras, declaró: “Aunque ha sido muy duro para mí, he despertado del sueño de la asimilación.”
En definitiva, el “Judisches Museum Berlín”, que de ninguna manera desea ser un lugar para el recuerdo del crimen alemán al pueblo judío (el agregado de prensa especificó muy bien :”Wir sind kein Holokaustmuseum – no somos un museo de la Shoa”) sirve a los intereses de la Alemania actual, que quiere hacer todo lo que esté en su mano para ser aceptada por el mundo civilizado, como un país en el que su sociedad evoluciona de manera totalmente democrática, junto con un Estado liberal. Es decir, una nación, que se vuelva a ganar el derecho moral a levantar su voz contra el racismo, a favor de la tolerancia religiosa y los derechos de las minorías. En efecto, esta Alemania de comienzos del siglo XXI no ha obtenido su posición de autoridad moral frente a las demás naciones. Este museo no contribuirá en nada a su rehabilitación, como tampoco reavivará el judaísmo alemán, el hecho de que en la actualidad, en Alemania vivan cien mil Judíos.
Hasta el día de hoy, mas de un millón y medio de personas han visitado ya el “Judisches Museum Berlín”, entre ellos una buena parte de escolares berlineses. Este museo es un museo “sobre los judíos” y no un museo judío. Así como existe un cierto humor “sobre judíos” que nada tiene que ver con el humor judío...Nos deja un sabor amargo. Una visita a esta institución vale la pena si se está de visita en Berlín, pero no la merece viajar únicamente con ese objetivo.
”Jüdisches Museum Berlin”
Lindenstrasse 9-14 - Berlin
Horas de apertura: todos los días de 10h-20h, el lunes de 10h-22h .
Abierto Shabbat y fiestas judías, excepto el día de Yom Kippur.
El restaurante no es casher.
El museo organiza regularmente exposiciones temporales.
Para cualquier información : www.jmberlin.de
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